Sala de estar

Quiero salir del baño, estar volviendo de hacer pichin, seguir volviendo asi, sacundiendome todavia por mis adentros y entrar en un gran cuarto que requiera que suba mi frente muy alto para ver el techo, para darme cuenta de su arquitectura cupular con diversos cielos pintados en el. Alli bajare la cabeza hasta su punto mas bajo solo para darme cuenta que todo ese lujo no tiene nada de lo que yo busco. O mejor dicho, si lo tiene, pero no en estas astronomicas dimensiones ni en sus lujosas terminaciones. En el centro de todo el vacio espacio que nunca nos preocupamos, ni preocuparemos por amueblar hay un sillon de dos cuerpos, uno que parece sacado de la peli Amadeus y en el estas vos, sentada sobre una de tus pantorrillas mientras que la otra, con el resto de tu pierna, pasea por lo que quedo desocupado del lugar que usamos para estar. Estas descalza y no tengo idea que tenes puesto por sobre la cintura. Toda mi atencion va a tus piernas, el vestidito corto gris, lo que este no me deja ver de tus piernas y muy extrañamente siento que puedo percibir tus ojos. Son grandes y bien definidos. Parece que nunca podria sacarlos de mi enfoque, son mi panoptico y deseo que me encierren en carceles y que me vigilen. Todavia no pasaron ni mil novecientos sesenta y tres años y nosotros ahi, en la inmensidad, en el lujo, en el centro de otros centros procurando y pretendiendo siempre volvernos mas centrales, mas lujosos, para asi, siempre asi, seguir sintiendonos mas pequeños. Y con nuestra pequeñez el sillon tambien se ve mas chico aqui, en la sala de estar. Y estamos aqui, seguimos asi y vos siempre descalza, y queres interrumpir mi concentracion por tus piernas hablando de lo efimero que somos, en lo que es el tiempo. Y como si no supieras que me interrumpis, miras la cupula y te empezas a tentar. La sonrisa escapa y hablas de las relatividades y en seguida de las relatividades en cuestiones temporales y metricas porque sabes que con eso vas a distraer todo tipo de confrontacion que pueda provenir de mí sobre como me perdes en esta sala de estar.
Con el tiempo cada vez tardo mas en llegar al sillon desde el baño. Sin embargo, con el tiempo no perdio gusto el caminar y eso se debe solamente a que tus piernas descalzas tampoco pierden su gusto. "Como un buen vino" te digo chiclosamente mientras te comento esto, que con el tiempo te degustas mejor y ahora la sonrisa escapa desde mi boca. Vos sos asi: cuando te tentas miras para arriba y cuando te avergonzas escondes el menton entre tus claviculas. Pero "porque asi", te pregunto con mi sonrisa ya instalada en el rostro, "porque no me queres compartir tus sonrojamientos". "Ya le comparto ciertos cerramientos" me decis rimando y elevando el rostro seria, como sobreactuando. Me llamas de Ud. y yo imito tu gesto de realeza y simulo que me pongo un monoculo para sacarmelo.
Alli estamos los dos en la sala de estar, apuntando las caras hacia la cupula, que ya ni sabemos que tiene pintado de tan alta y descuidada que esta. Si, apuntando hacia el cielo pero nuestras miradas son unidas por una linea perfectamente recta y paralela al suelo.
En nosotros, para nosotros, repetimos y escuchamos lo que dijo el otro y el uno y empezamos la competencia por la seriedad o por evitar la tentacion. Los dos perdemos a la vez con una carcajada que se oye al unisono mientras sin querer dejamos con la risa escapar varias gotas de saliva que van a parar en algun ojo, mejilla, a algun mechon de pelo que cuelga frente a la frente, al sillon y hasta caen gotas en el piso. Y todo ahi en la sala de estar que a cada segundo sigue creciendo y alejando sus paredes del centro, que somos nostros sobre un sillon.